EL CERDITO VERDE
En un lugar de Colombia que nadie recuerda, hubo una vez una familia de cerdos que vivía plácidamente en una granja.
Allí tenían todo lo que se podía desear. Durante el día, retozaban en el barro y después se bañaban en cualquier charca de las muchas que había en la finca para refrescarse un poco. Si tenían hambre, su dueño les ofrecía un gran cubo lleno de ricas bellotas o mordisqueaban apetitosos frutos rojos que la naturaleza ponía a su disposición.
Un día, la mamá cerda tuvo una nueva camada de gorrinos. Todos eran gorditos y sonrosados menos uno, que nació de color verde esmeralda. Los cerditos le miraron horrorizados y no entendían cómo un animal tan extraño podía ser su hermano.
Además de verde, su comportamiento era muy diferente al de los demás. En vez de alimentarse de la leche de la madre prefería comer trozos de bizcocho. Tampoco le gustaba retozar en el barro como sus hermanos ¡A él le gustaba mucho más intentar subirse a los árboles!
Con el paso del tiempo se ganó la fama de que era un cerdito raro y él lo sabía. En realidad, no le importaba lo más mínimo ser diferente. Lo que no se imaginó es que su familia y el resto de animales de la granja, odiaban sus extravagancias y no le aceptaban tal como era. Poco a poco fueron apartándole y el cerdito se sentía cada día más solo. Nadie le hacía caso ni quería jugar con él.
Harto y disgustado, una mañana decidió marcharse lejos. Ni siquiera miró hacia atrás. Con los ojillos llenos de lágrimas y lo poco que tenía, se adentró en el bosque buscando un lugar mejor donde vivir.
Al finalizar el día se encontró con una pareja de ciervos entrados en años que no tenían hijos. Allí estaban ellos, masticando un poco de hierba, cuando vieron aparecer un cerdito verde ante sus ojos ¿Un cerdo verde? ¡Qué cosa más curiosa! Sin temor se acercaron a él y notaron que estaba muy triste y abatido. Con mucha dulzura, la cierva le preguntó qué hacía por allí, y el pequeño le contó que era muy infeliz porque nadie comprendía que no pasaba nada por ser distinto a los demás.
Los ciervos se conmovieron y decidieron que ese cerdito sería el hijo que nunca tuvieron. Le lavaron bien, le dieron agua y comida y dejaron que por la noche se acurrucara junto a ellos para dormir calentito.
Los tres formaron una familia pintoresca pero muy feliz y cuentan que por aquella época, algún humano que atravesó el bosque, pudo ver la hermosa estampa de una pareja de ciervos junto a un cerdito verde esmeralda correteando entre los árboles
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